El lago de Banyoles me recibe con una primavera que más bien es verano. Dos meses sin apenas noticias, aparte de las que intercambiaba con mi familia en amaneceres nostálgicos, pero todo sigue igual, en España y en casa. Vivimos en una vorágine y tenemos la impresión de que suceden cosas, pero con frecuencia nada es relevante.
La Vuelta al Mundo se puede dar de muchas maneras, con una sola parada, visitando once países en cuatro continentes como yo o dedicando una parte importante de tu vida a viajar. En realidad son opciones que cada cual acomoda como mejor le va o como mejor puede, pero no hay duda que el conocimiento ensancha la mente y, en mi caso, hasta reduce la cintura. He perdido seis kilos en ocho semanas.
Como me pasó en 1999, cuando circunvalé el mundo en un mes para la revista Viajar, el principal problema es asimilar lo que he visto. He escrito las colaboraciones en tiempo real para evitar estar en Hong Kong y trasladar mi mente y mis pensamientos a Sudáfrica o a Catar. Cada sociedad, no solo es diferente, sino que tienes que abordarla sumergiéndote al ciento por ciento en su idiosincrasia. No valen comparaciones ni tampoco aconsejaría hacerlas. Los países, como las personas, o los aceptas como son, o mejor no establecer puentes con ellos.
En Sídney la gente no está acostumbrada a que tomes fotos mientras que en Tailandia o en Hong Kong encuentran natural que lo hagas, hay colectividades donde prima el trato humano y otras en donde todo se resuelve con dinero. Cada país tiene mucho que ofrecerte y por eso en Japón fotografié gatos, perros, lechuzas, serpientes y bailaoras y en Lampang visité un hospital de elefantes. Lo suyo, por lo menos en este viaje, ha sido disfrutar de las cosas buenas. Una cámara y sobretodo la manera que percibes el mundo. Para mí la Tierra es un solo país y un día, hace ya muchos años, decidí que lo exploraría y por eso me hice fotógrafo. Esta es una de las grandezas de mi oficio.
La fotografía es experiencia, situaciones en las que confluyes cuando buscas historias, nuevos amigos. Y el resultado de una vivencia afortunada es fácil que sea una buena imagen; pero en último extremo tampoco es importante. Que tu fotografía no sea buena no repercute en la historia de la Fotografía; pero una vivencia emotiva sí que redunda en la historia de tu vida. En este sentido la fotografía es autobiográfica y una fuente inagotable de acontecimientos.
No ha sido fácil mantener la mente abierta estos dos meses para culminar el reto de explicar la vida fotográfica compartiendo las experiencias que cámara en mano me planteaba todos los días, pero dar la vuelta al mundo es una actividad que cualquier persona debería intentar por lo menos una vez en la vida. Una inversión, según cómo se plantee, más económica que algunos masters y que te gradúa definitivamente para el resto de tu existencia.
Yo viajo todos los días y en lugar de circunvalar la tierra doy una vuelta al lago que toma el nombre de la localidad donde habito. Y en este trayecto utilizo las mismas premisas: comunión con la naturaleza, profundizar en el comportamiento de los seres vivos y darle una oportunidad a la mente para reflexionar, alejado de avisos tóxicos, teléfonos portátiles, ordenadores o cualquier otra tecnología que me impida viajar, no solo alrededor del lago, sino dentro de mi propia naturaleza. Evoco las palabras que el monje Phra KK me dijo en Chiangmai: “Eres una persona de tu tiempo, hace treinta años que cuidas tu cuerpo. Comes sano, vistes bien, buscas el éxito profesional, haces deporte, cuidas tu piel… pero si nunca te has preocupado de educar tu mente no estás en equilibrio. Quizás esta sea la auténtica razón del viaje, el equilibrio. Y a partir de ahí el destino no importa demasiado.
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