Familiarizado con la Olympus E-M1 Mark II en el entorno donde vivo, viajo a Barcelona para tomar nuevas imágenes antes de abordar el primer avión. Me apasiona la relación del ser humano con los dioses, otro aspecto que investigaré durante este viaje. Ya tengo dos objetivos que aplicaré en este viaje: poca luz y explorar con mi cámara recintos religiosos. Poco a poco las revelaciones fluyen y aportan ideas que enriquecerán un periplo que está a punto de comenzar.
En consecuencia me encamino a una de las joyas de la corona de la Ciudad Condal, el templo expiatorio de la Sagrada Familia. Diseñado por Antoni Gaudí en 1882, esta maravilla del Modernismo es un canto a la luz y a las formas. El genial arquitecto catalán concibió una mezcolanza perfecta entre espacio y desafíos cromáticos, décadas antes que se inventara la fotografía en color. Me seducen esos senderos intangibles señalizados por la iluminación de los vitrales y miro hacia arriba fascinado por el armazón de la basílica, como un Jonás en las entrañas de la ballena. Las columnas ponen a prueba mi sentido de la composición y en este entorno mágico el 12 mm f/1.8 me ayuda a capturar la naturaleza de su nave central.
Cámara en mano investigo los rincones, me muevo al ritmo de los caprichos de la luz y exploro nuevas combinaciones cromáticas. Una vez he dado por bueno este ensayo sobre fotografía arquitectónica dirijo la mirada a las reacciones de los visitantes. Cuando ingresan en el recinto quedan fascinados por su magia. Desearía captar ese idilio entre la luz y su afán por aprehenderla. Es complicado abordar el tema con una toma general porque la inmensidad y la complejidad del recinto resultan muy amplias para registrar sus expresiones.
De repente un espejo situado estratégicamente resuelve el dilema. Diseñado para contemplar el techo, sin peligro de abandonar la basílica con las cervicales hechas añicos de tanto mirar hacia arriba, los turistas prefieren usarlo para sus selfies. En este pequeño espacio de apenas un metro cuadrado está la clave. Me entretengo un cuarto de hora fotografiando sus reacciones frente al espejo. No tengo prisa y al final marcho satisfecho.
Justo delante de la Sagrada Familia, separado de la basílica por una larga avenida peatonal en honor a Gaudí, el arquitecto que concibió uno de los edificios religiosos más famosos del mundo, se encuentra un hospital modernista. Otro genio, Domènec i Montaner, diseñó un centro de salud en los albores del siglo XX con el legado del banquero Pau Gil y lo dotó de jardines, paseos y pabellones para abordar diferentes especialidades médicas, ornamentados con cerámica y formas redondeadas inspiradas en la naturaleza, una de las principales características del modernismo. El centro adoptó el nombre de su mecenas y se llamó Hospital de la Santa Creu i Sant Pau.
Hace unos años se construyó un nuevo centro y el antiguo recinto fue reciclado para exposiciones, organismos oficiales y manifestaciones culturales. Para mí se trata de una visita sentimental puesto que trabajé en el hospital varios años y me formé como fotógrafo médico antes de derivar mi trayectoria hacia el fotoperiodismo. Olympus ha organizado el Perspective Playground en uno de sus pabellones y será el entorno perfecto para poner al límite las posibilidades de la E-M1 Mark II. No te pierdas la próxima entrada…
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