Extraído del libro «Ayúdame a mirar» Photoclub Anaya, 2019
Otro peligro acecha al profesional que documenta una situación dramática. Su presencia puede avivar el afán de protagonismo de los cómplices, una circunstancia que es fácil que acaezca cuando todo se descontrola. El 18 de diciembre de 1971, por ejemplo, durante el conflicto que propició al nacimiento de Bangladesh, los fotógrafos de AP, Horst Faas y Michel Laurent advirtieron que algo sucedía entre la multitud liderada por un grupo de guerrilleros hindúes mukti bahini que se había congregado alrededor de cuatro prisioneros pakistaníes razakars. Los bahini les torturaban con cigarrillos y se ensañaban con todo tipo de crueldades.
Laurent y Faas exhortaron a la multitud para que se detuviera, pero nadie hizo caso de sus peticiones. Como los ánimos se exaltaban los dos fotógrafos decidieron marchar, sin que su ausencia paliara para nada el atroz espectáculo. Según se justificaron más tarde, los gritos cada vez más enardecidos de la multitud les indujo a volver y contemplaron en segunda fila, según su testimonio, como un mandatario político descendía de un estrado, tomaba la bayoneta de uno de los soldados y, con frialdad, muy lentamente, acuchillaba a uno de los prisioneros con más intención de inferirle dolor que de matarle. Cuando el cabecilla cedió la bayoneta a los guerrilleros bahini con un gesto que era una orden implícita de continuar con el martirio, los dos reporteros intuyeron lo que sucedería a continuación. Fotografiaron la tortura de los cuatro prisioneros, que se prolongó más de una hora, hasta que la crispada multitud remató a los cautivos aplastándolos a patadas sin que nadie reparara, en un principio, en la presencia de Faas y Laurent.
Tras el crimen alguien los señaló, pero aprovechando la turbación de la masa consiguieron huir sin grandes problemas. Al día siguiente Faas transmitió desde Calcuta algunas ampliaciones a Londres. Los hindúes no le permitieron divulgar las imágenes de los guerrilleros que hundían sus bayonetas en los agonizantes prisioneros y consiguieron, sin proponérselo, que las fotografías, una vez esquivada la censura, permanecieran más tiempo en titulares. Tras la publicación de los primeros testimonios, cuando Laurent y Faas al final enviaron por mensajero las imágenes, la matanza se volvió a erigir como un tema de actualidad y todavía estas fotos continúan vivas en todo su horror en la mente de las generaciones que las contemplaron.
Persiste la incertidumbre de que si los reporteros no hubieran estado presentes, quizás los guerrilleros bahini no se habrían mostrado tan crueles con sus prisioneros. La sospecha de que actuaron de esa manera incitados por la presencia de las cámaras no se disipará, a pesar de que Laurent y Faas sostuvieron que en realidad pasaron inadvertidos, un argumento poco convincente observando las fotografías. Nadie se interponía entre ellos y los asesinos. Y avivó todavía más este debate el hecho que que recibieran aquel año el premio Pulitzer por su cobertura del conflicto.
Más info: https://www.alteredimagesbdc.org/faas
Enrique Curto Mila says
Quizás el peligro no está en la cámara sinó en la naturaleza humana.