No fueron muy amables cuando contacté con ellos en repetidas ocasiones por correo electrónico para solicitar un permiso y explorar con su ayuda los entresijos de uno de los mejores parques zoológicos del mundo. Por otra parte, como Soraida Salwala en Tailandia[1] existen muchas personas que están en contra de estas instituciones artificiales, creadas por el hombre para recrear unos espacios naturales inexistentes en el hábitat urbano.
[1] Ver Tailandia_“Los elefantes también lloran”
El 5 de junio de 2006 en el aeropuerto de Bangkok algunos activistas bloquearon las jaulas que contenían elefantes tailandeses con destino al zoo de Taronga pero hoy es una de sus principales atracciones puesto que tres años más tarde nació en cautividad Luck Chai, el primer paquidermo de nacionalidad australiana que atrajo docenas de miles de visitantes. Los cuidadores organizan un pequeño espectáculo de pocos minutos en el que golpea un balón, introduce unas anillas en un palo y se levanta sobre dos patas. Cuando finaliza proponen al público que hagan donaciones para sus proyectos de conservación con elefantes de diferentes procedencias.
Otros puntos de vista defienden el papel integrador, proteccionista y catalizador del zoológico, bien entendido hacia el respeto y el estudio de los ecosistemas de los parques modernos. Para probar una nueva experiencia con Circum me acerco a las instalaciones de un zoológico que presume haber reunido 4000 animales de 350 especies. Pago mi entrada como un visitante más porque Taronga nunca se molestó en contestar mis correos atestados de referencias y de propuestas. Un simple “gracias por su interés, pero no es posible” habría bastado, aunque sobre el terreno compruebo que se puede contratar una “Visita Oro” que permite hacer exactamente lo que yo les pedía. Se abona una tarifa doble y adelante, si bien esa información me habría encantado recibirla desde el departamento de prensa.
Una de las razones que me lleva a Taronga es la posibilidad de contemplar reunidas algunas de las especies más raras del mundo, la mayoría oriundas de Australia, para obtener algunas fotografías. Me fascina el ornitorrinco aunque la luz sea tan tenue y su natación tan vertiginosa que es difícil captarlo. Y también el koala, el pogona (un precioso lagarto iguanio), el diminuto diablo de Tasmania, la tortuga de cuello de serpiente, el pelícano Australiano y por descontado que me detengo ante el Podargo australiano, un pariente lejano del búho, recordando mis peripecias japonesas a la búsqueda de bares de mascotas. Estos recintos están muy oscuros pero con la E-M1 Mark II lo fotografío a medio segundo sin problemas y obtengo dominantes atractivas gracias a la luz ultravioleta.
En 1908 el secretario del zoo de Sídney, Albert Sherbourne Le Souef, inspirado tras una visita al zoológico de Hamburgo, se imaginó un parque sin jaulas. Por eso me atrae de Taronga la posibilidad de interaccionar con algunos animales autóctonos. Acercarse a un koala es caro, pero sin problemas puedes saludar e incluso acariciar a los pacíficos canguros rojos y a sus compañeros los uallavíes, unos marsupiales más pequeños.
Y también quedarte estupefacto viendo como tu comida desaparece por la irrupción de unos nada simpáticos y carroñeros ibis blancos australianos, “el peor enemigo de un apacible picnic dominical” según la brillante definición de Laura Millán en su bloc sobre Australia para el diario ABC.
Aparte de mi aproximación estética, intento materializar un par de ideas en imágenes. Una es la interacción de los niños con los animales en una ruta donde están programados encuentros con fauna doméstica.
La segunda es la desazón que me invade cuando veo animales en cautividad, aunque reconozco que cuando era un niño el zoo de Barcelona era mi destino preferido. La imagen me la proporciona un gorila al que observo cómo prepara un asiento más confortable recopilando un fardo de paja. Me impresiona esta acción tan humana dentro de una celda. Aguardo varios minutos fascinado y antes de marchar le tomo una foto que se aproxima a un retrato psicológico.
Deja una respuesta