Lorena abraza un bebé en el Hospital de Salamanca. Tiene los ojos claros, las facciones muy dulces, pero no llora, ni sonríe, ni ve. Un tumor engrandece su cráneo hasta límites inconcebibles. Padece hidrocefalia y morirá pronto a consecuencia de la enfermedad. Quizás mañana mismo. Su madre lo quiere todavía más. Como solo alguien que tiene la certeza de que pronto perderá a su hijo puede hacerlo.
“Los médicos me dicen que Fran no puede escucharme, que vive en una burbuja, que es autista, pero yo sé que puede percibir mi cariño. Solo estaremos juntos unos meses, pero lo querré siempre. Será un pequeño ángel posado en mi hombro el resto de mi existencia”.
Han pasado varios meses desde que tomé estas fotografías. Fran ya no está entre nosotros, pero su breve paso por la tierra y la entereza de Lorena y su familia fueron otra gran lección de vida para mí. Y confío que para cualquiera que lea esta entrada.
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