En mi trayectoria como reportero he pasado por situaciones muy tristes. Por suerte, de alguna manera, mi trabajo fue valioso para sus protagonistas. O, por lo menos, para sus alegados. Hace pocos años murió Olga, una paciente afectada de cáncer de pulmón. Pasé una depresión por su inesperado tránsito (de alguna manera me había hecho la idea que lo superaría) y estuve diez días postrado en cama. Al cabo de un mes me llamó su hijo y me transmitió el agradecimiento de la familia por mis imágenes y por el álbum que les hice llegar. “Es de lo poco que nos queda y la reconocemos a través de tus fotos” –me dijo. Fue una satisfacción.
Pues bien. Hace unos días falleció Raquel. Era una mujer maravillosa, madre de una niña adolescente que dedicó el tiempo que le robaba su enfermedad a ayudar a los pacientes oncológicos. Para ello inventaba cuentos, explicaba jugosas anécdotas a los más pequeños y entretenía las largas horas de espera de los enfermos que la rodeaban, esperando turno para la radioterapia.
Viendo la inexorabilidad de lo inminente, su hermano se puso en contacto conmigo para pedirme los retratos que le había tomado y que publicó en su momento El País Semanal. Puesto que quedó muy desmejorada a consecuencia de las últimas semanas de su enfermedad, la familia decidió utilizar mi fotografía para que “todo el mundo la viera tal como era”.
Este es el mejor cumplido que se le puede hacer a un fotógrafo. Son dos historias en las que los más alegados reconocen el alma de una persona en tus retratos –el objetivo más íntimo de un reportero- y, sobretodo, ha sido un gran honor para mí aportar algo positivo a unas familias en el peor trance de su existencia.
Dentro de un tiempo se publicarán los cuentos que escribió Raquel. Fue maravilloso compartir su simpatía en vida, escucharla y viajar a través de su imaginación. A veces en estas circunstancias descubrimos la grandeza de la fotografía. Cuando también testimonia la grandeza de los seres humanos.
ric@rd says
hola Tino,
els que treballem d'una o altra manera en aquest món que balla al tall de la navalla entre la vida i la mort, sabem d'aquestes petites històries que fan grans als protegonistes…
fa molts anys que sé de la teva trajectòria en aquest món dur, del que tu saps traure la vessant amable i menys "dura"
que et recuperis aviat
s@lut
Martin Gallego says
Si señor, fotografía y humanidad es la mejor combinación. No he encontrado mayor satisfacción personal que retratar a gente, el contacto humano es lo que nos hace dar sentido a la vida.
Sabes, cuando doy un curso de fotografía y recomiendo que los alumnos vean fotografías para aprender, recomiendo tus sitios (entre otros). ¿Por qué? Porque en ellas hay un plus de humanidad e implicación por parte del autor y eso se nota en el resultado, al menos yo lo noto.
Vinga, una abraçada i endevant!
Miquel says
Tino, m'alegra que trobis la part positiva del teu treball fotogràfic amb els malalts, així com, els retratats i parents reconeguin el teu treball, cosa que no sempre és així. Ànim!!..per cert, com va la recuperació?
José Zugasti says
Hola Tino, sin duda estas experiencias y vivencias hacen que se cierre el círculo entorno a una obra.
Saludos y gracias.