Este fin de semana es puente en USA. El lunes se celebra el “Memorial Day” y tres días de fiesta seguidos atestan de visitantes Miami. Además coincide con un festival de “rap” en South Beach, de manera que los taxis se muestran reacios a llegar hasta la playa.
-“Una hora y media o dos de colapso para cruzar el puente que la une con el downtown” -alertan los conductores, todos de origen latino. Salvadoreños, venezolanos, colombianos, hondureños con sendas historias de inmigración en sus anales. No han regresado a su país o bien lo han hecho esporádicamente desde que sus padres se asentaran en el distrito de Wynwood, antes conocido como “Little San Juan” o “El barrio” por la concentración de latinos y portorriqueños que aglutinaba.
Considerada un área peligrosa hace dos décadas, de la mano de Mark Coetzee y Nina Arias se ubicaron en esta zona galerías de arte, estudios, restaurantes y espacios alternativos que cambiarían para siempre su idiosincrasia. Ahora Wynwood está de moda y según me comenta la fotógrafa Marimer Codina, residente en Miami desde hace quince años y que me ha echado una manita para encontrar historias interesantes, mientras los turistas van a South Beach, los autóctonos vienen a Wynwood. Aquí puede pasar de todo, no se ata a los perros con longaniza, pero casi. Y no son los únicos bichos que encuentro en mi deambular.
También veo con frecuencia mujeres que parecen de cera. En esta ciudad los cirujanos plásticos se deben forrar. Muñecas latinas con cuerpazos casi perfectos clonadas como Barbies de telenovela colonizan los alrededores de la NW 2nd Avenue y embellecen todavía más esta zona privilegiada. Ha anochecido y la mayoría de visitantes o se divierte en los numerosos locales de esparcimiento o toman retratos frente a los impresionantes murales de la zona. Otra vez me alegro de la capacidad que tiene mi cámara para fotografiar con poca luz. Con película antes era difícil trabajar en condiciones así.
Todo es trendy -está de moda- en Wynwood y no es una casualidad. Los mejores artistas han decorado las fachadas y los interiores de los locales hasta el punto que hace una década que es la sede de varias ferias internacionales, entre las que destaca ArtBasel. Esto es América o, por lo menos, una de las posibles. También es verdad que los precios han subido en los últimos años, la especulación ha ganado terreno y numerosas galerías y artistas se han marchado. Continúa siendo América en su versión más capitalista.
-“Algunos de los traumas y los vicios del continente latino están vivos en Miami –me comenta un amigo que reside aquí desde hace años. Es una de las ciudades más cara de América y también de las más atrasadas en educación y salud”. Al lado de barrios residenciales hay otros donde un taxista no se detendría ni borracho y en donde los semáforos por la noche se mantienen intermitentes para evitar males mayores. Las grandes fortunas conviven con las pesadillas más turbias hasta el punto de entremezclarse. Miami amasa los grandes capitales del cono sur, es la puerta a los Estados Unidos para América Latina y, de alguna manera, la historia y la metamorfosis de Winwood personaliza el gran sueño americano. “El barrio” que antes era zarrapastroso ahora es “The Arts Distric”.
Esa reflexión me empele a desplazarme a uno de los enclaves más lujosos de Miami, el hotel de Donald Trump en Doral, un monumento al poder y quizás a la ideología donde coincido con una lujosa boda latina de 400 invitados. Casarse en este inmenso resort rodeado de campos de golf es carísimo, pero el Ferrari rojo aparcado junto a la puerta y el lujo algo trasnochado de una abrumadora presencia de dorados a juego con coles ocres y marfil confirma que en este país es posible ganar mucho dinero.
Todo está enfocado para ese fin, pero “igual que entra, algunos los norteamericanos lo reparten con generosidad” -comenta mientras cenamos una media noche Oriol Tarridas, otro fotógrafo con un impresionante currículo que se ha establecido en Miami en busca de una vida profesional más reconocida que difícilmente habría culminado en nuestro país.
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