“El budismo no debería considerarse una religión” –comenta tras sus lentes de estudioso un monje que imparte cursos de meditación “Mind Fulness Training” en el templo de Svandok Pra y que responde al peregrino nombre de Phra KK. “En realidad –sentencia- más bien es una forma de vida”. El parecer de otros eruditos con los que departo es que el problema de la sociedad occidental es que está desequilibrada. Phra KK lo ilustra con un ejemplo mientras ajusta su manto azafrán:
-“Eres una persona de tu tiempo, hace treinta años que cuidas tu cuerpo. Comes sano, vistes bien, buscas el éxito profesional, haces deporte, cuidas tu piel… pero nunca te has preocupado de educar la mente. No estás en equilibrio. Sin él no hay paz y precisamente la filosofía budista enseña esto”.
Otra buena muestra del pensamiento budista se la debo a Ajarn Chalermchai, un artista nacido en Chiangrai que aporta un nuevo punto de vista a estas creencias milenarias. ¿Imaginas al Capitán América, Superman, Bin Laden junto a George Bush[1] o a Doraemon en una mezquita o en una iglesia? Pues bien, miles de visitantes acuden a diario a visitar, a rezar si les apetece y a ver a estos personajes y muchos más, representados en la zona de meditación del Wat Rong Khun, conocido como “El Templo Blanco”. Es un proyecto al que según su propio autor todavía le faltan por lo menos 90 años para que se complete y posee un crematorio, árboles de hojalata con las ofrendas de los visitantes y los lavabos más lujosos de Tailandia.
[1] El artista explicó “Yo deseo que todos sepan que nuestro mundo está siendo destruido por aquellos que anhelan construir armas que matan y a la vez destruyendo el medio ambiente porque nunca nada es suficiente”
Ajarn Chalermchai propone una fórmula acorde con el espíritu del budismo:
-“Disciplino mi mente para que me lleve a ser mejor persona con un pensamiento claro, hablando bien y ejerciendo buenas acciones. Todos somos humanos y mi deseo es ofrecer la bondad a las personas. Si llenamos nuestros corazones de amor y de perdón esta acudirá con naturalidad, pero necesitas practicar la paciencia antes de que puedas controlar tu propia mente”.
Fotografiar un enclave espectacular y barroco como el Templo Blanco es una tarea complicada. Por descontado sé que solo puedo contar con unos minutos a partir de la salida de sol. Más tarde el reflejo de sus paredes desprenderá tal brillo que ni los sensores modernos grabarían su detalle. El día amanece brumoso pero enseguida se despeja. Llego y todavía la luz es propicia, pero cuando me voy un par de horas más tarde los autocares con los turistas colapsan el aparcamiento. Toman millones de fotos del Wat Rong Khun, pero que reflejen su magnificencia, pocas. Y es que es difícil mantenerse cerca del templo sin unas gafas de sol.
Otra figura que me atrae son los novicios, los “pequeños monjes” en el lenguaje popular, por la educación que reciben desde el budismo niños cuyas familias no disponen de medios para que estudien. En el templo accederán a numerosas disciplinas y solo tienen que observar diez reglas, contra las doscientas veintisiete de un monje ordenado. También en Tailandia una persona adulta tiene la posibilidad de romper con su vida el tiempo que decida, para dedicarse a la meditación y a la vida monacal. El budismo está cimentado en los donativos y salir todos los días al amanecer con una escudilla en la mano para pedir sustento es una lección de humildad para personas que en su vida “civil” quizás son banqueros, hombres de negocios o poseen profesiones liberales bien retribuidas.
-“Nosotros no estamos en contra de que los niños utilicen internet o jueguen con plataformas digitales si esto les ayuda en su educación. Estamos en el siglo XXI y conviene adaptarse a los tiempos” –refrenda Phra KK.
-“¿Qué es el nirvana?” –le pregunto al monje.
-“Yo diría que es la ausencia total de deseos” –contesta con una sonrisa pícara antes de invitarme a la sala de oración para que nos tomemos una foto de recuerdo con un Buda acompañándonos.
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